La historia de Judith

Un corazón nuevo

Desde que tengo uso de razón, he estado luchando con el trastorno alimentario. Esto hizo que tuviera muchos problemas de salud y que haya ido de médico en médico buscando soluciones rápidas. Tras habérseme diagnosticado una fibromialgia, tomar medicamentos para el dolor pasó a formar parte de mi vida y pronto se convirtió en una adicción. Esta adicción fue una manera de insensibilizarme al dolor que había estado sufriendo toda mi vida.

Luego de varios años con este estilo de vida, me desperté una mañana en el hospital por causa de una sobredosis de medicamentos. No podía sentir nada. Mi mundo estaba apagado, me sentía sola y perdida. Ésta no era la vida que había deseado.

Mi hijo, ya adulto, me dijo que necesitaba ayuda y yo comencé a escuchar. Tuve la suerte de encontrar una buena terapeuta que conocía el Programa para la recuperación de adicciones. Ella me dijo que debía probar, porque si no conseguía ayuda con mi adicción, iba a morir.

Fui a mi primera reunión sintiéndome ausente y perdida, pensando que nada me podría ayudar. No obstante, decidí seguir asistiendo, así que empecé a trabajar los principios que se enseñan en el programa. Pronto, en el mismo paso 1, entendí la importancia de lo que debía saber: Yo, de mí misma, no puedo hacer nada sin Dios. Yo no podría hacerlo por mí misma, ni médico alguno podría curar el dolor emocional que yo padecía.

Con cada paso comenzaba un proceso de cambio de vida. Dejé de apoyarme en el brazo de la carne y comencé a confiar en mi Salvador Jesucristo, el único médico que podía curarme. Puse mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios y de Su Hijo. Empecé a entender la invitación del Señor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

A medida que avanzaba en el programa, podía notar los cambios en mí. Se disipó la nube de tinieblas que había en mi alma y empecé a ver las cosas con mayor claridad. Los principios del paso 6 enseñan: “El Señor declaró por medio del profeta Ezequiel: ‘Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne’” (Ezequiel 36:26). Al leer esas palabras lloré y me emocioné por poder sentir nuevamente. Sentí el Espíritu testificándome fuertemente que Cristo y Su expiación son reales y que Él ya había sufrido por mí para que yo no tenga que hacerlo. Ese día, mi corazón de piedra comenzó a latir un nuevo latido.

Actualmente llevo ya dos años libre de mis adicciones, estoy activa en mi barrio y tengo un llamamiento. Soy esposa y madre de cinco hermosos hijos, de los cuales dos están sirviendo misiones de tiempo completo. He cambiado física, emocional y espiritualmente, y finalmente tengo esa paz que he estado buscando, porque he aprendido a perdonarme a mí misma y a las demás personas. Cada día agradezco a mi amoroso Padre Celestial la vida que me ha dado.